El castillo de los ultrajes, juguete
cómico en tres actos, estrenado en el Teatro de la Comedia el 24 de febrero de
1921, entra de lleno en el denominado «teatro dentro del teatro». Pedro Muñoz
Seca dedica varias de sus obras a describir por dentro del mundo de la escena: Los trucos, La barba de Carrillo, Fúcar XXI,
Pedro Ponce, etc.
Su
intención no es meramente aprovechar elementos de un medio bien conocido para
él y lleno de personajes estrafalarios y con posibilidad de graciosos lances.
El autor se rebela abiertamente ante el prejuicio que se tenía en España contra
los actores y otros miembros de la profesión, a los que se consideraba gente
ligera y de dudosa moralidad en su vida bohemia. Y lo hace presentándonos un
complicado y divertido enredo en un mundo dividido entre los que viven para la
escena y los que se hallan en contra. Se nos muestran las virtudes y defectos
de unos y otros y, como conclusión, al final se nos revela la oculta
predilección de muchos por el espectáculo y se confirma que es mejor mentir en
la escena que fuera de ella. En el conflicto que Muñoz Seca plantea entre
burgueses y bohemios son estos últimos los que, naturalmente, acaban alzándose
con el triunfo.